Karen Natalia Maza: Cuando cantar supone vencer el miedo

Es el último sábado de agosto. Noche cerrada. Cálida. El “Cacho Camino” reabrió sus puertas con musicales de Tango y Folclore. Por no salirse del protocolo, hay un público al 50% que recibirá a lo largo del show el canto de cinco mujeres de excepción. Una de ellas será el personaje protagónico de este texto.
A todo esto, ya el experimentado Marcelo Carrizo se despacha con una actuación sobria y el aplauso unánime de los presentes agradece la generosidad con que convoca a Lina Mansera a entonar el clásico ‘Sur’. Por primera vez la noche parece estremecer: se siente como a función de circo en presencia de un lanzador de cuchillos: va todo directo al corazón. Al segmento del 2x4 lo cierra Dafne Quintana sentada al piano con inquietante melancolía tanguera. La misma suerte les tocará correr a Romina Sides y Daniela Vallejos pero con el segmento folclórico.
Ahora, la mujer en cuestión avanza por el hall del cine recibiendo las salutaciones de familiares y amigos que se han dado cita para escucharla. Interrumpir esas muestras de afecto sería cuando menos un despropósito. Hace solo un momento se bajó del escenario envuelta en una cálida ovación tras recorrer con su repertorio algunas páginas selectas del cancionero popular. Mientras recibe el afecto de los suyos, sus ojos no dejan de catear todo a su alrededor, como si buscasen un lugar donde al fin poder asentarse.
Es la última hija del matrimonio entre su extinto padre Beto y su mamá, Marta, y la hermana menor de José, Walter, Pablo y Cristian. Se crio en el barrio Miramar. Hizo su secundaria en la EICO Nº 1. Más tarde se graduó en la UNPA UACO y actualmente trabaja como docente en la escuela primaria Nº 65. Nació en Caleta Olivia. Tiene 32 años y canta en público hace solo cuatro. Cuando se le pregunta sobre sus inicios, elabora dos teorías posibles al respecto: en la primera, se ve a sí misma cantando desde el comienzo mismo de su vida, pero haciéndolo a puertas cerradas, dentro de su habitación, por temor a mostrar en público su arte. En la segunda, salta de súbito a la escena pública tras viralizársele en Facebook un video suyo cantando una de Abel Pinto, interpretación a la que el maestro Daniel Cuello le paró orejas y de inmediato requirió las aptitudes artísticas de nuestra protagonista. Su nombre, Karen Natalia Maza.
-¿Hasta el momento de ese video que publicás en Facebook no había registros de tu relación con el canto?
-No. Nadie sabía que podía cantar de esa manera. Ni mi familia. Todos se sorprendieron. Yo venía de salirme de una relación de diez años en ese momento, subí una canción a Facebook y todos se dieron por enterados de que podía cantar. Daniel Cuello me escuchó y luego me sugirió que me lance, que las condiciones para hacerlo las tenía.
- ¿Qué factores te inhibían para poder compartir tu canto?
-Todos emocionales: vergüenza, miedo, falta de confianza, inseguridad, en fin. Aprendí a tocar la guitarra en la soledad de mi pieza, durante mi adolescencia, el canto siempre me fue una vía de escape para evadirme, para imaginarme que en algún momento iba a poder superar mis miedos y que podría hacerlo en público. Pero la sola idea de poder conseguirlo alguna vez ya me hacía sufrir mucho.
-Muchos años pero al fin pudiste hacerlo…
-Me costó mucho salirme con mi canto de mi pieza. Me daba mucho miedo subirme a un escenario, enfrentar un público —confiesa aún como con incredulidad—, hoy sigo sintiendo esos temores que quizás son propios de la exposición, pero, aun así, lo hago igual para tratar de vencerlos.
-¿Cómo fue ese proceso de superación que te deposita finalmente arriba de un escenario?
-Muy duro. Costoso. Tenía que aprender a manejar mis emociones. Muchas veces, en los comienzos, me quedaba paralizada arriba del escenario, con la mente totalmente en blanco. Tomé clases con el profesor Esteban Lima. Él me ayudo no tanto con lo técnico, sino con lo emocional. A veces un problema emocional te puede hacer perder toda la felicidad que te puede brindar la vida.
- ¿Ese condicionante se extendía a otras facetas de tu vida o solo te pasaba con la cuestión relativa al canto?
-Sí, en todas. Tenía mucha falta de confianza en mí misma. Me cuesta permitirme el disfrute. Cada tanto me vuelve la Karen sumisa, con miedo, metida dentro de una pieza, pero cantar me ayuda a no volver para atrás.
En febrero de 2019 un cáncer fulminante terminó con su padre Ramón “Beto” Maza. Toda la familia acusó el golpe y Karen sintió que esa ausencia la arrasó por completo. Tardó mucho tiempo en poder reponerse, hasta que un buen día la muerte le volvió a enviar otra señal de aviso que la hizo tomar cartas en el asunto sobre la fragilidad del ser.
-Me iba a Comodoro a trabajar, tres meses después de la muerte de mi papá, todavía sentía mucho aplomo, el día que él se murió sentí un desprendimiento muy fuerte por dentro que me dejo vacía, sin saber qué hacer –cuenta compungida-, y aquella mañana a la altura del Puente Roto perdí el control de mi auto y me di cuatro vueltas hasta caer a un precipicio. En-el-mientras-tanto, le pedía a mi papá que me ayude, que yo quería seguir viviendo, que no me podía morir allí, en ese momento.
-¿El canto te ayuda también con esa ausencia?
-Sí, claro. Mi papá escuchaba mucho folclore en casa. Cuando canto siempre me recreo su rostro mirándome. Es inevitable. La noche que canté en el cine trataba de pensar en otra cosa para no ponerme mal. A mí él solo pudo verme cantar en público una sola vez. Estaba muy contento aquella vez. Siempre me alentó. Creo que verme cantar le daba mucho orgullo. Él fue la única persona que siempre me dijo que estaba orgulloso de mí –en este momento Karen se quiebra, rompe en llanto, pero prosigue como puede, para tratar de cerrar su concepto en relación a su papá-, quizás por eso inconscientemente me costó tanto salir adelante porque yo me sobreexigía para que todo me salga bien, él siempre tuvo una palabra de aliento para mí, y con eso me bastaba. Me di cuenta luego de perder mucho tiempo al lado de personas que no valoraron mi esfuerzo, mi entrega. Mi papá sí, él siempre me dijo que yo lo enorgullecía. Hoy me toca a mí aprender a valorarme. A quererme. A mirarme con sus ojos de afecto. Y es muy difícil pero trato de hacerlo.
Karen Maza trabaja actualmente como docente en la escuela pública Nº65. Por su tecnicatura química en la EICO, pudo hacer un ínterin en la docencia para experimentar otra opción laboral en una empresa petrolera en la ciudad de Comodoro Rivadavia. Eso en alguna medida le permitió habitar una de las más recurrentes paradojas de la vida: tener cubierta cierta noción relativa a la materialidad, pero no tener tiempo-para-ni-con-quien-disfrutarla.
-Me frustraba trabajar en una empresa, sentía todo el tiempo que a pesar de que me daba cierto bienestar, estaba yendo a contramano de lo que podía sentir o hacer. A mí me interesaban otras cuestiones que no podía desarrollar dentro de ese entorno que por lo general es muy frío, muy distante.
-¿Entonces preferiste volver al aula?
-Sí, porque la docencia me permite ayudar a chicos en la cuestión emocional, a poder detectar en ellos algunas cosas que me pasaban a mí y a poder ayudarlos en su desarrollo, en su superación personal. Hoy puedo decir que vivo de lo que amo.
- ¿Cómo relacionás tu profesión con el canto?
A mis alumnos les doy contenidos a veces acompañándome con mi guitarra, cantando. También trabajo en la escuela de canto de Jesica Robino. Ella confió mucho en mí y allí en esos lugares, ayudando a los chicos a desarrollarse, puedo ser feliz, ese es mi éxito.
-Tu verdadero hit…
-Claro. El éxito es dejar una huella con lo que hacés en el sentir a los demás. Si uno con lo que hace daña a las personas, nada tiene sentido.
La mujer que ahora ocupa toda la escena canta al borde de las lágrimas una zamba de Garnica. Dentro suyo una niña solo quiere complacer a su padre, hacerlo sentirse orgulloso de ella una vez más y por caso ayuda a la mujer a sostener la canción como se pueda. La mujer se despide de su público mirando hacia todos lados con sorpresa, como quien aún no cree haber tenido el valor de haber sacado de su habitación a la niña que se soñaba a diario cantar para su gente, pero no podía. La habitación era el miedo. La niña y la mujer, dos en una. Su nombre, Karen Natalia Maza.
