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19/09/2021 - 12:21

Breves notas sobre derecha e izquierda en América Latina II

Las décadas del 60, 70, 80 y 90 marcan una época importante para el desarrollo del neoliberalismo en América Latina. Eran tiempos en los que la influencia de EEUU en la región era muy potente. Habría que recordar, por ejemplo, la denominada “Crisis de los misiles” en Cuba en octubre 1962 o el derrocamiento de Salvador Allende en septiembre de 1973. En ambos acontecimientos históricos, el papel de EEUU fue absolutamente decisivo.
La noción de “patio trasero” se venía fortaleciendo desde los tiempos de macartismo— hacia inicio de la década del 50— cuando se comenzaba una “cacería de brujas” intensa a lo interno de Estados Unidos de Norteamérica en contra de cualquier expresión comunista y/o socialista. La doctrina propuesta por Joseph McCarthy consistía, para señalarlo de forma sumaria, en perseguir a toda actividad que fuese en favor del eje soviético. El radio de acción del macartismo incluía, como era previsible suponer, a América Latina. Cabe señalar que ese marco contextual anticomunista de la década del 50, se inscribía dentro de los márgenes de la denominada Doctrina Monroe (“América para los americanos”), lo que a la postre configuraría la expresión, poco feliz, de “patio trasero”.
Desde los 60 en adelante, Latinoamérica quedará marcada por la influencia directa de las políticas económicas de EEUU, bajo la figura de protectorados y, más aún, con la fuerte marca distintiva del anti comunismo. Sin embargo, en el ombligo del caribe, las cosas iban tomando otro rumbo. Fidel Castro y sus barbudos revolucionarios echaron a Fulgencio Batista de Cuba e instauraron un esquema político que se salía, de forma desafiante, de las políticas macartistas y se alineaban de forma directa al comunismo soviético. De ahí en adelante, la Cuba comunista va a tener un rol fundamental en el devenir de América Latina, principalmente como un bastión simbólico-discursivo de los grupos de izquierda en la región.
Si bien el macartismo logró suprimir a muchos movimientos de izquierda en toda la región, los focos izquierdistas tenían alguna resonancia en países como Colombia (Ejército de Liberación Nacional y Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo), El Salvador (Frente Farabundo Martí), Nicaragua (Frente Sandinista de Liberación Nacional), Perú (con Sendero Luminoso), entre otros; a diferencia de Nicaragua, los demás movimientos no gozaban de gran apoyo popular a lo interno de sus países. En todo caso, lo que se desea señalar es que muchos de estos movimientos optaron por la lucha armada en contra de sus gobiernos, dado que éstos respondían a los intereses de Washington.
Hacia fines de los 80 (como se sostuvo en la primera parte de este texto), las políticas neoliberales comienzan a generar descontentos en los sectores populares de muchos países de la región. Esas políticas consistían, entre otras cosas, en recortar la inversión en la obra pública y el ajuste sistemático de las políticas de subsidio hacia los más pobres. Se incrementa el descontento social. Pese a ello, ese descontento no encontraba, entre las ofertas electorales, representantes que lograran encarnar los deseos de las clases subalternas.
La ruptura por la izquierda
Desde la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, Venezuela entró en un marco democrático que mostró luces y sombras. Las luces: se nacionalizó la industria petrolera en el primer Gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979). De igual forma, creció la inversión en educación y vivienda. Pese a ello, y a la gran inyección de petrodólares que ingresó a las arcas de ese país, aún persistían grandes cinturones de miserias en las principales ciudades de Venezuela. Hacia 1998, la crisis de representación de los partidos políticos de la denominada IV República (la que emergió luego del derrocamiento de Pérez Jiménez en 1958) había llegado a un punto de inflexión. Es justo allí, en esa crisis histórica de representatividad, donde aparece Hugo Chávez como opción político-partidista no sólo de los pobres de aquel país, sino de amplios grupos de clase media profesional e incluso, sectores empresariales importantes y grandes medios de comunicación como la televisora privada RCTV y el diario El Nacional.
En el caso argentino, la crisis de 2001 también abrió la posibilidad de que voces alternas a la política tradicional se expresaran en las urnas de votación. Néstor Kirchner encarnó, entonces, las posibilidades de que grupos sociales subalternos se vieran representados en la política del país. Néstor Kirchner, un dirigente provincial con importante influencia en los sectores populares, emerge en la política argentina cuando se hace con el triunfo electoral de 2003. Previo a Kirchner en Argentina; en Brasil, hacia enero de 2003, el líder obrero Luiz Ignacio “Lula” Da Silva, ganaba las elecciones de ese país. Hacia 2006, Evo Morales se alzaba victorioso en las elecciones boliviana. Lo propio hacía Rafael Correa en Ecuador en 2007 y Fernando Lugo en Paraguay en 2008, mientras que José “Pepe” Mujica se hacía con la banda presidencial charrúa en 2010. Este revival de la izquierda suramericana se inscribía en la “órbita Cuba” y, sobre todo, se constituyó como un eje político que se plantaba frente al Consenso de Washington.
Aparecen expresiones como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América o UNASUR, dos mecanismos de articulación internacional con una clara visión integracionista y auto determinativa. De hecho, algunas de estas iniciativas (habría que incluir la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños—CELAC—) se proponen precisamente para ir a contra mano de las políticas de EEUU en la región y de mecanismos como la OEA, entre otros. Esto quedó claramente establecido, por lo menos en la denominada “política de micrófonos”, en la IV Cumbre de las Américas, desarrollada el 4 y 5 de noviembre de 2005, en Mar del Plata, Argentina, cuando Hugo Chávez dijo, altisonante: “ALCA, ALCA, al Carajo”; en un claro desafío hacia al plan de George W. Busch y su propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas.

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